intente gritar y mis labios y mi lengua, resecos, se agitaban convulsivamente en la tentativa; pero ninguna voz brotaba de mis pulmones cavernosos, que, oprimidos como por el peso aplastante de una montaña, jadeaban y palpitaban , lo mismo que mi corazón, a cada penosa y dificultosa inspiración. EDGAR ALLAN POE
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